Los Colosos de Memnón en Luxor son una de las joyas del Antiguo Egipto. Unas estatuas con la función de servir de entrada a un magnífico complejo funerario; el complejo conocido como el Templo de Millones de Años.
Un complejo que en su época fue el más grande de todo Egipto, incluso más que el Templo de Karnak. Ocupaba una extensión de 35 hectáreas, sin embargo, en nuestros días apenas quedan de él algunos restos; e incluía numerosas salas, salones, pórticos y mesetas que probablemente reflejaban la visión del Campo de juncos, el paraíso egipcio.
En su tiempo, las estatuas colosales del rey habrían flanqueado una pasarela, probablemente adornada con estatuas, que conduce al complejo.
Desde hace 3400 años los Colosos de Memnón se alzan en la orilla occidental del Nilo, frente a Luxor y al sur de las necrópolis tebanas, guardando la entrada del templo funerario de Amenhotep III.
Se trata de dos gigantescas estatuas gemelas de 18 metros de altura que representan al faraón Amenhotep III en posición sedente y orientadas al Este, al Nilo y a la salida del sol. A ambos lados, le acompañan las representaciones de su madre Mutemuia y su esposa Tiyi.
El arte en el antiguo Egipto se creo para ser funcional y los colosos no son una excepción. Las estatuas servian no solo para proteger el complejo, sino que, a través de una especie de magia comprensiva, permitirían que el rey las habitara y recibieran fuerza y sustento a partir de las imágenes simbólicas.
Las figuras de Mutemwiya y Tiye no son solo adornos honorarios sino que tienen un propósito específico según la creencia egipcia.
Están hechas de bloques de cuarcita transportada unos 675 kilómetros desde las cercanías del actual El Cairo hasta Tebas. El peso de ambas se estima en 720 toneladas.
Uno de los detalles que más le llama la atención a los investigadores, es como se las ingeniaron los habitantes de aquella época para poder trasladar esos bloques tan pesados, a distancias extremadamente lejanas.
Ambas figuras fueron originalmente monolitos, hechas de una sola pieza de cuarcita roja, procedente de la cantera de Gebel el-Akhmar, cercana a El Cairo, a petición de su arquitecto, Amenhotep hijo de Hapu.
Según Amenhotep “hijo de Hapu” el transporte en barco consistió en 8 barcas unidas para cada estatua colosal. Ingenieros modernos tienen grandes dudas sobre la posibilidad de transportar estatuas tan pesadas.
Las estatuas tenían como objetivo resguardar la entrada al templo de Amenhotep, un centro construido durante el reinado del Faraón. Donde se adoraba al faraon como un dios sobre la Tierra, tanto en vida, como después de su fallecimiento.
El templo, que en su día fue el mayor y más espectacular de Egipto, fue un inmenso centro de culto. Sin embargo, estos Colosos son famosos desde la antigüedad, pero no a causa del faraón del Imperio Nuevo. Las estatuas fueron motivo de peregrinación por el mito que albergan; el del héroe troyano Memnón, hijo de la diosa Aurora, y que da nombre al monumento.
Cuenta la leyenda que Aquiles lo mató en venganza por la muerte de su amigo Antíloco; y que su madre, al enterarse que el cuerpo de su hijo yacía sin vida; suplicó a Zeus entre lágrimas amargas que lo resucitara aunque sólo fuera una vez al día.
Es por ello que todas las mañanas, cuando sale el sol; se puede oír un quejido agudo y prolongado que sale del interior de las estatuas. Este sonido se atribuye a Memnón, quien deja su llanto amargo como súplica por la ayuda de su madre.
Parece que en origen ambas eran exactamente iguales, pero hoy no lo son; como resultado de una restauración acometida en época romana, para la que se utilizó piedra traída de Asuán.
Cuenta la leyenda -y está documentado por varios historiadores- que en el año 27 a.C. un terremoto derribó gran parte de uno de ellos. A partir de entonces, el otro coloso comenzó a “cantar” cada mañana al amanecer.
A principios del siglo III el emperador romano Séptimo Severo reconstruyó la estatua y su gemela se silenció. Ese curioso hecho quedó registrado por historiadores como Estrabón y Pausanias.
El primero afirma que el sonido es muy parecido a un soplido; mientras que el segundo lo compara con el de la cuerda de una lira al romperse.
Estrabón es el que nos proporciona la primera mención del hecho en la literatura histórica, asegurando también ser testigo durante su visita del año 20 a.C. Tan sólo 7 años después del comienzo del fenómeno parece que ya era famoso y bien conocido en el Mediterráneo.
Otros que también lo mencionan, aunque no de primera mano, son Plinio, Tácito, Filóstrato y Juvenal. De hecho la base de la estatua está decorada con hasta 90 inscripciones de turistas de la época indicando si habían oído o no el canto.
Se han apuntado dos tipos de explicaciones para el canto de la estatua. Ya Estrabón apuntaba que no fue capaz de determinar su origen. Si procedía del pedestal o es producido por las personas que caminaban por la base.
Estas dos teorías, la natural y la producida por el hombre, no han podido ser comprobadas nunca. Si fue un fenómeno natural, probablemente fue producido por los cambios de temperatura y la evaporación del agua de rocío que al pasar por las fisuras producía el sonido. Y si era producido por el hombre, no se explica porque los sonidos cesaron tras la reconstrucción romana.
A los dos colosos de Memnon, uno de los iconos más emblemáticos y eternos del Egipto faraónico. Que reciben al viajero a la entrada de la necrópolis de Luxor, en la orilla oeste del Nilo, les ha salido un hermano.
Un tercer coloso se yergue cien metros por detrás de las dos famosas estatuas. Consideradas epítome de las maravillas y misterios egipcios y admiradas ya por los primeros turistas griegos y romanos.
Esta tercera estatua, también de cuarcita, formaba parte asimismo de la decoración monumental original del arrasado templo funerario de Amenofis III y cayó derrumbada. Con su pareja (los colosos del edificio iban de dos en dos), durante un terremoto alrededor del 1.200 antes de Cristo.
La enorme escultura, el coloso norte de la segunda pareja, originalmente de 15 metros de altura. Es un poco más pequeña que sus dos famosos hermanos, de 18 metros y que también representa a Amenofis III (lo de Memnon es una atribución griega). Quedó fragmentada en el suelo y con el tiempo fue semienterrada por agua y barro al subir el nivel freático.
Se la redescubrió en 2002 y se la arrastró hasta terreno sólido donde se procedió a restaurarla mientras se consolidaba con cemento su pedestal.
Después, se la ha llevado otra vez a su emplazamiento y se ha procedido a la delicadísima operación de volver a levantar semejante monstruo de piedra,
En tercer coloso que pesa 250 toneladas y estaba sumergido en el agua a tres metros de profundidad. Esta en pie, como sus dos figuras hermanas que presiden el templo de Amenofis III, en el sur de Egipto.
La recuperación del nuevo coloso la dirige desde 2004 un español, Miguel Ángel López Marcos (Soria, 1963), especialista en conservación de la piedra. En la actualidad se están añadiendo otros fragmentos a la estatua, como el pie derecho del rey y bloques de la base
“Lo más difícil ha sido levantarla”, explica desde Lúxor López Marcos. “Pesa 250 toneladas y estaba rota por cuarenta sitios”.
Apenas queda nada del edificio, que se alzaba tras los dos famosos colosos, situados a ambos lados del primer pilono de entrada al templo. El segundo pilono contaba con otra pareja y el tercero, que daba ya paso a la avenida procesional de entrada al patio solar, con otra más.
Esta tercera pareja de colosos, en este caso de alabastro y más pequeños aún que la segunda (medían 11 metros). También se han encontrado y se proyecta igualmente volver a alzarlos.
Cuando los seis colosos originales vuelvan a erguirse, la fisonomía del lugar cambiará todavía más espectacularmente. “La existencia de seis colosos se sospechaba porque la iconografía en los templos egipcios es muy similar”, señala López Marcos.
El coloso norte de la segunda pareja, el que nos ocupa. Cuenta como los dos famosos con las esculturas más pequeñas a sus pies de la madre del rey y de su esposa favorita, la gran reina Tiye.
Las labores de restaurarlo y alzarlo de nuevo forman parte del Proyecto de Conservación de los Colosos de Memnon y el templo de Amenofis III. En el que trabaja un equipo egipcio-europeo desde 1998 y que dirige la armenia Hourig Sourouzian, con Rainer Stadelmann como co-director.
https://domusapientiae.wordpress.com/2012/02/17/los-dos-colosos-de-memnon-ya-son-tres/