El disco de Sabu fue descubierto por el famoso egiptólogo Brian Walter Emery; Realizando unas excavaciones en el año 1.936, en la zona arqueológica de Sakkara; se descubrio en la Tumba del Príncipe Sabu; hijo del faraón Adjuib, gobernante de la I Dinastía (3.000 a.c)
Emery trabajaba en la pirámide escalonada de Saquara que había servido de tumba al faraón Zoser, de la III Dinastía y por tanto mucho más antigua que todas las demás pirámides; a las que ha servido de modelo que los arquitectos siguieron siglos después.
La pirámide de Zoser, albergó a un poderoso faraón y está construida de forma que en un principio fue una mastaba; sobre la que se fueron agregando otras de la misma forma y tamaño más pequeño, lo que le dio el aspecto de escalonada, más parecida a las encontradas en Centro América.
En la exploración arqueológica que se realizaba en aquella pirámide, se descubrió la tumba de un personaje insignificante, llamado Sabu; dentro de la cual se halló un objeto tan extraño y fuera de lugar como enigmático; el cual causó sensación en el mundo arqueológico y cuya construcción, forma y utilidad nos está absolutamente vedada.
El Príncipe Sabu está perfectamente documentado y existió unos tres mil años antes de Cristo. Era hijo del faraón Adjuib que perteneció a la Primera Dinastía, de lo que se ha venido en llamar “El Egipto Arcaico”.
Muchas son las dudas que existen sobre la datación de los objetos encontrados en las excavaciones de Egipto, o de cualquier otro lugar; y muchas más las que irán surgiendo, conforme se avanza en los descubrimientos y a medida que los científicos y arqueólogos emplean procedimientos más modernos para la datación de los objetos; pues además del tradicional C 14, ya se usan Rayos X, sondas ultrasónicas, escaners, resonancias magnéticas y ecografías para escudriñar las entrañas de las múltiples cosas halladas.
Conforme más se avanza en este campo, más se está en la creencia de que en Egipto sobrevivieron diferentes civilizaciones que, superpuestas, nos han dejado un jeroglífico cada vez más difícil de descifrar.
Brian Walter Emery, destacado egiptólogo de la época y autor de Egipto Arcaico, 1961, se queda sorprendido al realizar estas excavaciones y hallar entre muchos utensilios del ajuar funerario, en la Tumba del Príncipe Sabu (nro.3111) un objeto de 61 centímetros de diámetro y 10.6 centímetros de altura en la zona central, que parecía un gran disco.
En la primera planta del Museo Egipcio de El Cairo y entre dos salas muy próximas a la Sala de las Momias; uno no puede por menos que pararse sorprendido al ver en una pequeña vitrina; aunque no sin cierta dificultad por los reflejos de la luz sobre el cristal que lo cubre; un objeto solitario parecido a una rueda o disco de piedra.
Este extraño objeto al que nos referimos ha desconcertado y sigue desconcertando a todos los egiptólogos, que han tenido ocasión de estudiarlo detenidamente.
Hay que señalar que el disco se encontró en varios pedazos y que tal y como lo vemos en el museo del Cairo; se trata de una reconstrucción hecha por Emery y colaboradores que trabajaron con la pieza; por lo que puede ser que no sea 100% seguro que su forma original sea esta.
El disco en cuestión está formado por limonita metamórfica y se considera un mineral muy laborioso de tallar. Tiene una obertura en el centro y realmente tiene forma de hélice.
Para esa época la rueda era desconocida, pasarían cerca de 2.000 años después durante la invasión de los Hicsos quienes introducen la rueda a Egipto, al final del Imperio Medio aproximadamente 1.640 a.c.
Según la historia oficial; la utilizaron, entre otras cosas, en sus carros de guerra, y era conocida también en ese momento por otros muchos pueblos de Oriente Medio.
La pregunta entonces es inevitable: si no es una rueda, ¿qué es el extraño objeto que apareció en la Tumba de un príncipe de la I Dinastía, 1.400 años antes de la invasión de los Hicsos?
Este misterioso objeto muy similar a una rueda ó disco ó plato ó volante presenta tres cortes o palas curvas símiles a las hélices de una embarcación ó de una bomba; existe en su centro un orificio con reborde que sobresale como si fuera un receptor de algún eje de otro mecanismo desconocido.
Este diseño es sin duda una parte de un mecanismo hoy desaparecido, pero recuerda a algún mecanismo que regula la velocidad de una maquinaria utilizada en distintos campos.
Estos hechos han generado que especialistas, entre ellos Cyril Aldred llegase a creer que dicho objeto es la posible imitación de una forma realizada originalmente de algún tipo de metal.
Pero lo más impresionante del caso, es que los expertos se preguntan como hicieron los antiguos egipcios para estructurar este artefacto o cuales fueron los utensilios de precisión con los que contaban en el año 4000 antes de Cristo; pero lo más impresionante es que aun no se ha conocido el objetivo principal de este misterioso objeto.
Los ingenieros de Lockheed Missile & Space Company diseñaron un objeto muy similar a este disco durante la década de 1.970, utilizable para ahorrar energía en trenes de transporte o almacenar ésta en vehículos a propulsión eléctrica.
Según nos cuenta Sitchin, desde 1936 no se había realizado estudio alguno para lograr una posible solución al enigma que encerraba dicho objeto; pero su posible función salió a la luz en el año 1976 en una revista técnica.
En ésta se nos muestra los revolucionarios diseños de volantes que se estaban desarrollando en California en colaboración con el programa espacial norteamericano.
Estos volantes vienen usándose desde hace al menos unos dos siglos atrás, y sirven, por ejemplo, para regular la velocidad de una máquina, acumular energía de empuje simple como en el caso de una prensa metálica e incluso para la sofisticada aviación.
Dentro de la típica política de los arqueólogos y egiptólogos oficialistas, este objeto no es más que una bandeja o el pedestal de algún candelabro; con un diseño producto de la ”siempre recurrida casualidad”.
Por último, una teoría muy socorrida, defendida con sumo ardor por los «ufologos», disparatada o no, es algo que no se sabe, pues cada vez con más convicción, se apuesta por la presencia de seres extraterrestres en las civilizaciones primitivas.
Se trata de explicar la existencia del disco con la presencia «ovni»; uno de cuyos artefactos voladores pudo sufrir un terrible accidente y del que solamente se pudiese recuperar una pieza como el Disco de Sabu.
En el afán de deificar todo lo desconocido, aquella pieza es copiada y convertida en objeto de culto; talismán, o simplemente en la materialización de una fuerza superior e incomprendida.
Lo que en principio era una pieza de metal, afectada por la corrosión, fue replicada en piedra; al objeto de perpetuar su presencia y con ella las virtudes que se le hubiera atribuido.
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