La mítica ciudad de Tartessos. una legendaria ciudad sin ubicación determinada pero que muchos sitúan en el litoral gaditano-onubense. Tartessos es la única civilización ibérica que tiene el privilegio de estar incluida en el mito y que además es Historia.
La variedad de interpretaciones sobre el concepto de Tartessos es manifiesta; son muchos los que piensan que no existe una entidad cultural bajo ese nombre; otros critican que se utilice el término para configurar una comunidad étnica; hay quienes no admiten que existiera Tartessos antes de las colonizaciones mediterráneas.
Pero también hay un grueso grupo de investigadores para quienes Tartessos no sólo estaba conformada como una entidad política y cultural antes de la llegada de los fenicios; sino que además disponía de una sólida organización política capaz de asumir sin dificultad los retos de una nueva y determinante situación en el sur de la península ibérica; como era la llegada de los primeros colonos orientales.
De los tartessos podemos decir que hay más escrito que hallado y eso hace que muchos sean muy escépticos a la hora de separar esta cultura de la fenicia; y es normal, los escritos proceden de los griegos como Eforo, Aristófanes, Estrabón, Posidonio, Hecateo de Mileto, Heródoto o Aviceno que en sus relatos hablan de una cultura más allá de las columnas de Hércules o Herácles y que poseían gran cantidad de plata, oro, cobre y estaño.
Conocemos por Tartessos a un antiguo reino cuya situación la ubican en la Vega Baja del Guadalquivir. Se dice que era la ciudad principal de Tarsis (o Tharsis) y en la que floreció una importante cultura urbana.
De próspera economía; basada en la agricultura y la ganadería así como en su actividad más destacada que eran las explotaciones mineras; y sobre todo en el comercio del estaño.
Cuando los fenicios fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) hacia el 1100 a.C., los tartesios tenían una agricultura evolucionada; eran muy buenos navegantes y pescadores, tenían su propio alfabeto y trabajaban extraordinariamente los metales que obtenían de sus ricas minas de oro, plata, cobre y estaño.
Tradicionalmente Tartessos o Tartesos era considerado como «El Dorado» de las antiguas culturas de gran progreso económico y sociocultural pero de ella aún se desconoce su real emplazamiento o ubicación.
Son muchas las especulaciones y muy pocas las aportaciones sobre su localización exacta. Para los fenicios el emplazamiento de la mítica ciudad era un secreto que condenaba a quién lo divulgara; sobre todo si tenemos en cuenta que se trataba de mantener el control sobre el comercio del estaño, metal tan apreciado en aquella época.
Hay numerosas referencias y escritos que hacen mención destacada de la antigua Tarsis (así las podremos encontrar en escritos semíticos, griegos, en la estela Nora (Cerdeña) e incluso en la Biblia); e incluso en la inscripción del emperador asirio Asharadón y que refuerzan la idea que la ciudad de Tartessos era mediterránea.
Hecateo de Mileto (s. VI a.C.) escribía sobre Tartessos como de un territorio en el que existían varias ciudades. Heródoto la enmarca dentro de la colonización y de la importancia fenicia y de sus relaciones comerciales con estos. Es conocido que los tartésicos comerciaron y negociaron con los fenicios y que en el siglo VII a.C.
Las pruebas arqueológicas apuntan a que Tartessos era y estaba localizada en una zona geográfica en el bajo Guadalquivir y Huelva en la Edad de Bronce e inicios del Hierro. Era un pueblo culturalmente muy evolucionado y recibía las influencias directas de los pueblos colonizadores mediterráneos.
Sin duda alguna, los restos arqueológicos de mayor importancia hallados y de clara vinculación del pueblo tartésico al sur de nuestra península lo encontramos en el hallazgo del denominado «Tesoro del Carambolo» hallado en Sevilla; y formado por innumerables piezas de cerámica y una importantísima colección de piezas de joyería en oro de clara tendencia oriental (con influencia fenicia) y sin ningún género de dudas pertenecientes a la cultura de Tartessos.
Hoy podemos encontrar numerosas piezas de este tesoro en la ciudad de Sevilla y en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid; entre las que podremos admirar entre otras una magnífica placa pectoral en forma de piel de toro en oro de 24 kilates.
La sociedad tartésica estaba dividida por castas y de su monarquía destaca sobre cualquier otra figura las dos dinastías legendarias: la de Gerión y la de Gárgoris y su hijo Habis (que muchos historiadores han querido ver en ella como una monarquía hereditaria). De entre sus reyes más notables destaca Argantonio, el cual, según Heródoto, reinó ochenta años – del 630 al 550 a.C.-.
Gerión fue uno de los más destacados. La mitología griega lo describió como un animal que presentaba propiedades y características de los humanos.
Las ilustraciones le representaban como un aterrador gigante con tres cabezas y cuerpos. Esta complexión no asustó al gran héroe de la mitología griega, Hércules.
Las historias hablaban sobre Tartessos y llegó al reino atraído por la riqueza ganadera de la zona. ¿Su objetivo? robarle el ganado al rey; los protagonistas se batieron en duelo y Gerión encontró así su final tras ser atravesado por una flecha venenosa. Es uno de los muchos motivos por los que Hércules se ganó aparecer en el escudo de Andalucía.
Se cree, con los datos que tenemos hasta el momento, que tartessos tiene tres etapas diferenciadas; tartessos indígenas del período geométrico, el tartessos fenicio u orientalizante y el tartessos cartaginense, etapa final.
La alfarería del primer período tartésico muestra su mejor faceta en dos familias cerámicas: una con característicos motivos bruñidos; denominada de retícula bruñida; y otra, con decoración pintada, de tipo Carambolo. En estas dos familias de cerámica predominan los motivos geométricos en la decoración.
La colonización fenicia incidió en la civilización tartésica cambiando su producción artística. El arte tartésico se impregna de la influencia orientalizante levantada fundamentalmente por la presencia de los fenicios; y pierde la sobriedad del período geométrico.
En las estelas funerarias de guerreros halladas en Extremadura y Andalucía se ha visto una manifestación de la cultura tartésica. Estela de Solana de Cabañas. Siglos VIII-VI a.C.
El conjunto de piezas de oro hallado en La Aliseda (Cáceres); que tal vez fue el ajuar funerario de una dama de alcurnia; permite apreciar con claridad el influjo fenicio en el ámbito de Tartessos.
Así sucede con el cinturón, que consta de más de sesenta piezas en las que se han representado temas orientales como grifos alados; palmetas y un hombre luchando con un león.
Muchos han querido ver en la mítica ciudad de Tartessos el reflejo de la legendaria Atlántida relatada por Platón en sus diálogos Timeo y Critias; más allá de las Columnas de Hércules se alzaba una importante y desarrollada civilización cuyo poder sobre los elementos y desarrollo tecnológico no tenía igual en su época.
Tras la batalla naval de Alalia en la que etruscos y cartagineses vencieron a los griegos; queda cortada la ruta griega hacia Iberia y el comercio de los focenses con Tartessos.
Tras la muerte del rey Argantonio en el 550 a.C.; desaparecen todos los datos concretos sobre la monarquía de Tartessos de forma tan abrupta.
Como aún no se ha encontrado la capital del reino de Tartessos, no sabemos si el reino desapareció porque sus ciudades fueron totalmente destruidas por los cartagineses.
La derrota de los griegos privó a los tartesios de sus aliados y los dejó expuestos a los ataques púnicos. Al rededor del 500 a.C.; sufrieron el ataque de los cartagineses, que sitiaron la capital fue sitiada y la fortaleza fue tomada.
Todo el imperio de Tartessos se hundió tras la caída de su capital y así como Mainake (Málaga), la ciudad griega fundada bajo la protección de Tartessos.
Cartago se adueña del Mediterráneo Occidental y la mayor parte de la costa mediterránea hispana queda bajo su influencia.
El dominio cartaginés se mantuvo en la región hasta que Cartago se enfrentó a la Roma por la hegemonía en el Mediterráneo occidental y fue derrotada en las Guerras Púnicas en el 146 a. C. Lo que marcó la llegada de los romanos a la Península Ibérica
La Atlántida siempre ha sido el sueño remoto de los historiadores y arqueólogos. El gran premio que espera a ser descubierto y que parece que nunca llegará a verse. Varios historiadores han apuntado que ambas civilizaciones pudieron tener contacto sino ser la misma, aunque no hay pruebas sobre ello.
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