La familia de Jesús era amplia, no se reducía a José y María. Los Evangelios nos dicen que Jesús tenía cuatro hermanos que se llaman: Santiago, José, Judas y Simón y también algunas hermanas a quienes no se nombran.
Este hecho se desprende de la pregunta que plantearon los habitantes de Nazaret respecto a él: “¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y los hermanos de él Santiago y José y Simón y Judas?.
Y sus hermanas, ¿no están todas con nosotros?” (Mateo 1:25; 13:55, 56; Marcos 6:3). Llegamos, pues, a la conclusión de que la familia inmediata de Jesús se componía de sus padres, cuatro hermanos y por lo menos dos hermanas.
Según la Biblia, Santiago (o Jacobo), que escribió el libro del mismo nombre; que se encuentra en el Nuevo Testamento, era hermano de Jesucristo. Marcos 6:2-3 dice: “Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, diciendo: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿qué sabiduría es esta que le es dada; y estos milagros que por sus manos son hechos? .¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón?¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?”
Evidentemente después del nacimiento virginal de Jesús, José y María tuvieron sus propios hijos e hijas: El apóstol Pablo se refiere también a Jacobo, como el hermano de Jesús, en Gálatas 1:19: “Pero no vi a ningún otro, sino a Jacobo el hermano del Señor.”
En los evangelios y en otros libros del Nuevo testamento, se mencionan los nombres de los cuatro hermanos varones de Jesús y la existencia de dos hermanas: José Barsabás, Simón El Celote, Judas Tadeo, Lidia y Lisia,
La mayoría de las confesiones protestantes afirman, basadas en textos bíblicos, que María fuera de Jesús tuvo otros hijos.
Sin embargo, algunas personas no creen que los hermanos y las hermanas de Jesús hayan sido hijos de José y María. El motivo se expone en la New Catholic Encyclopedia: “La Iglesia ha sostenido desde el comienzo que María fue siempre virgen.
En vista de ello, no puede haber duda de que María no tuvo más hijos”. La misma obra afirma que los términos “hermano” y “hermana” pueden hacer referencia a “cualquier persona unida en un vínculo religioso o de otra índole”, o a parientes cercanos, como primos.
Sin embargo, es muy difícil hallar alguna base en las Escrituras para apoyar la “perpetua virginidad de María”. Por ejemplo, Mateo dice que José “no la conoció hasta que dió a luz a su hijo; y le puso por nombre Jesús,” o, según la New American Bible; “no tuvo relaciones con ella en ningún tiempo antes que diera a luz un hijo, a quien él nombró Jesús.”
Aunque no se dice claramente que ella tuvo relaciones con José después que naciera Jesús, ciertamente implican eso las palabras de Mateo. Y lo mismo se puede decir de las palabras de Lucas de que María “dió a luz a su hijo primogénito.”—Mat. 1:25; Luc. 2:7,
El hecho de que María tuvo otros hijos también parece hallar apoyo en el incidente que ocurrió cuando Jesús tenía doce años de edad; y José llevó a su familia a Jerusalén para la fiesta. En su camino de regreso habían viajado todo un día antes que María notara que Jesús no estaba con ellos.
Si Jesús hubiese sido su único hijo (y lo que es más, concebido milagrosamente). ¿Podemos imaginarnos que su instinto maternal hubiera estado tan adormecido que hubiera iniciado su regreso sin él. ¿ Y no lo hubiera echado de menos por todo un día?
Pero si para este tiempo tenía seis o más hijos de José. Podemos imaginarnos que hubiese estado tan ocupada; que pudiera haber pasado todo un día sin echar de menos a Jesús.—Luc. 2:41-50.
También indica que Jesús tuvo (medios) hermanos naturales el hecho de que; en una ocasión se le dijo: “Tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte.” Además, leemos que “ni sus hermanos creían en Él.”—Mat. 12:47; Juan 7:5, NC.
Lo que es más, después de la muerte y resurrección de Jesús, leemos que entre los presentes en el aposento alto en Jerusalén estaban; además de los once apóstoles, otros, que incluían a “María la Madre de Jesús, y los hermanos de él.”
Por lo tanto es muy probable que también estuvieron presentes en el aposento alto. Cuando se derramó el espíritu santo de Dios sobre los ciento veinte discípulos. (Hech. 1:13-15; 2:1-4, F y S) Y, años más tarde, el apóstol Pablo menciona “los hermanos del Señor.”—1 Cor. 9:5.
Argumentando en contra de todo este testimonio, los teólogos católicos declaran: “Los semitas de habla griega usaban los términos adelphos y adelphē, no solo en el sentido corriente [queriendo decir “hermanos” y “hermanas”], sino también por sobrino, sobrina, medio hermano, media hermana y primo.”
Este argumento fue presentado por primera vez por Jerónimo, uno de los primeros “padres” de la Iglesia Católica, y no se remonta a una fecha anterior a 383 E.C. Pero él no presenta ni Escrituras ni tradición para apoyar su posición.
El hecho es que, si se hubiese tratado de otros aparte de hermanos y hermanas, los personajes bíblicos y los escritores de la Biblia hubieran usado la palabra griega para “parientes,” a saber, suggenon.
Así es que Jesús dijo: “El profeta no carece de honra sino en su propio territorio y entre sus parientes y en su propia casa.” Claramente, aquí Jesús hace una distinción entre “parientes” y los de su propia casa.—Mar. 6:4.
Jesús hizo la misma distinción cuando dijo: “Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos.”—Luc. 14:12; 21:16.
El apóstol Pablo les dice a las personas casadas que no se priven uno al otro del débito conyugal, lo que María hubiera hecho si hubiese permanecido virgen después de tener a Jesús.—1 Cor. 7:3-5.
Sí, no deshonramos a María cuando aceptamos que le dio a José su débito conyugal como debería hacerlo una esposa obediente y que como resultado tuvo otros hijos además de Jesús. Se ve, pues, que tanto la razón como la Biblia indican que Jesús sí tuvo medios hermanos y medias hermanas.
Es muy poco lo que sabemos de la familia de Jesús, es decir, de los hermanos y hermanas de sus padres y de sus abuelos. No hay prácticamente ni rastro en los evangelios, y las menciones de los primeros cristianos tampoco son muy numerosas.
Esto ha construido una idea anómala de la vida de Jesús, imaginándolo como un muchacho que creció sin apenas contacto familiar a excepción de sus padres.
Pero esta visión no parece concordar con las numerosas parábolas en las que Jesús utilizaba las relaciones familiares para expresar sus enseñanzas. Y que seguramente estaban sacadas de la propia experiencia personal.
En una aldea pequeña de Galilea como Nazaret la familia era muy importante para el nacimiento y supervivencia de una persona.
En el seno de una familia judía los niños aprendían todo lo necesario para la vida cotidiana. Para sus relaciones humanas, para el mundo del trabajo, y sobre todo aprendían a conocer y amar al Dios liberador que había hecho de Israel el pueblo elegido, el pueblo de la alianza.
Sobre la familia de María, sus padres se llamaban Joaquín y Ana. Y tenía dos hermanos y dos hermanas. Uno de sus hermanos, anónimo, vivía cerca de Sarid y por tanto de Nazaret en una granja (es el tío de Jesús que podríamos llamar “granjero”, y de quien Jesús derivó todos sus conocimientos agrícolas).
Otro de los hermanos es Simón, de Nazaret, que fue un jefe importante de los zelotas en Galilea, y animó a Jesús a unirse a la causa. En cuanto a las dos hermanas, una llamada Salomé se nos menciona en 122: 3.3, y la otra, llamada Marta, se nos menciona en 188 : 1.7. P
José de Arimatea fue hermano menor de Joaquín, padre de María, o sea, tío-abuelo de Jesús. Se convirtió en tutor del nazareno después de la temprana muerte de José, el esposo de María.
Miembro del Sanedrín, del tribunal supremo de los judíos, y decurión del Imperio Romano. Una especie de ministro, encargado de las explotaciones de plomo y estaño.
Los cuatro evangelistas coinciden en contar el mismo episodio donde intervino José de Arimatea. Cuando Jesús murió en la cruz, los apóstoles se dispersaron. Entonces José de Arimatea solicitó al procurador romano Poncio Pilatos que le permitiera dar sepultura al cuerpo de Jesús.
Con la ayuda de Nicodemo, desclavaron el cuerpo de la cruz y lo sepultaron en la propia tumba de José de Arimatea, excavada en una roca. Donde ahora se encuentra la basílica del Santo Sepulcro. Lo envolvieron en lienzos de lino y lo colocaron en la tumba con una gran piedra en la entrada.
En cuanto a la familia de José, Según Mateo el abuelo paterno de Jesús se llamaba Jacob y su bisabuelo Matán, Mt 1 16 Matán engendró a Jacob. Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Mesías.
Pero esto no concuerda con el texto de Lucas. Lucas menciona a un tal Helí como abuelo paterno y a Matat como bisabuelo. Cuando Jesús comenzó ministerio, tenía unos treinta años y, en opinión de la gente, era hijo de José. Estos son sus ascendientes: Helí, Matat… La nula coincidencia entre los dos evangelistas hace dudar de la confiabilidad de los dos.Lc 3 23
La familia de Jesús vivía la fe en un ambiente religioso simple. Alejada de los lugares más importantes de culto, centrado en la lectura de la Torá en la sinagoga del pueblo.
Fe simple pero profundamente arraigada en el corazón. Como todo judío rezaba dos veces al día la Shemá (Dt 6,4) en la que afirmaban su fe en Yahvé, el único Dios y salvador de Israel. En ese contexto Jesús fue circuncidado como signo de pertenencia a ese pueblo que tanto amaba Dios.
En la familia, Jesús aprendió el oficio de artesano para ganarse la vida. Trabajo la madera y la piedra, sobre todo para la reparación y construcción de las precarias viviendas en las que vivía junto a sus vecinos.
Para Jesús su familia fue muy importante en la formación humana y religiosa que le permitiría afrontar su ministerio profético. Sin embargo, en un momento de su vida tomó distancia de ella, y se fue para cumplir la voluntad de Dios anunciado la llegada del Reino.
Aun cuando los evangelios dejan entrever que esta separación de la familia fue crítica en algunos aspectos, gracias a su vida en familia, Jesús pudo hacer de todos una familia para el Padre Dios.
Los lazos de sangre, de raza y de religión no fueron un obstáculo para que Jesús llevara adelante su proyecto. Este incluye una nueva humanidad, en la que todas las personas sin distinción alguna somos parte de la familia humana.
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