Los íberos constituyeron un conjunto de pueblos que vivieron por lo que hoy es Andalucía y el litoral mediterráneo, además de partes del centro de la península al menos desde el siglo VI a. C. Esta cultura era la descendiente de la tartésica y la almeriense, con influencias fenicias y griegas y es considerada como la de mayor relevancia cultural antes de la llegada de Roma.
Antes de que la Península Ibérica fuera conquistada por los romanos, en esta región había principalmente dos culturas, las cuales dejaron un importante legado arquitectónico en lo que hoy en día es España: los celtas y los íberos.
El nombre de los íberos se lo debemos a los griegos de la Antigüedad Clásica. Fueron comerciantes, escritores y militares helenos quienes, al explorar la península, bautizaron con este nombre a las gentes situadas mayormente en la costa mediterránea ibérica, distinguiéndolas de quienes vivían más al centro, al norte y en la costa atlántica, que eran los celtas.
La primera referencia que se tiene de los iberos es a través de los historiadores y geógrafos griegos. Al principio, los griegos utilizaron la palabra ibero para designar el litoral mediterráneo occidental, y posteriormente, para designar a todas las tribus de la península. También llamaban Iberia al conjunto de sus pueblos.
Las primeras descripciones de la costa ibera mediterránea provienen de Avieno en su Ora maritima, del viaje de un marino de Massalia (530 a. C.)
Apiano habla de pueblos y ciudades, aunque ya habían desaparecido en su época. También describe la parte más occidental de Andalucía. Estrabón hace una descripción de esta zona basándose en autores anteriores, y se refiere a las ciudades de la Turdetania, como descendientes de la cultura de Tartessos.
En general, autores como Plinio el Viejo y otros historiadores latinos se limitan a hablar de pasada sobre estos pueblos como antecedentes de la Hispania romana.
A pesar de que estos pueblos compartían ciertas características comunes, no eran un grupo étnico homogéneo ya que divergían en muchos aspectos. No se sabe detalladamente el origen de los iberos, aunque hay varias teorías.
Son muchos los pueblos que conformaban el grupo ibérico en su máxima extensión, en tanto que unos estaban relacionados con los demás; pero su idiosincrasia impide aglutinarlos todos en una misma cultura ibérica; puesto que tenían formas de vivir distintas e, incluso, hablaban y escribían de formas varias.
Una hipótesis sugiere que llegaron a la península ibérica en el periodo Neolítico, y su llegada se data desde el quinto milenio antes de Cristo al tercer milenio antes de Cristo. La mayoría de los estudiosos que adoptan esta teoría se apoyan en evidencias arqueológicas, antropológicas y genéticas estimando que los iberos procedían de las regiones mediterráneas situadas más al este.
En un principio, los pueblos ibéricos vivían en comunidades tribales. La tribu ibérica era una estructura social constituida por personas relacionadas con lazos de parentesco; pero con el paso del tiempo estos pueblos fueron organizándose en torno a ciudades, una estructura social y geográfica que supuso la implantación de nuevos tipos de vínculos.
No todas las ciudades ibéricas eran iguales ni se construían de la misma forma. Las que se situaban a orillas del Mediterráneo o estaban cerca de muchos caminos, que solían coincidir con zonas prósperas y aptas para el comercio; eran ciudades muy abiertas y que, al tener grandes ganancias, tenían suntuosos edificios.
Estas ciudades tenían alta densidad demográfica y parece que tuvieron lugares en los que intercambiar bienes. Tenían plazas públicas cuya función era idéntica a la de los foros de las ciudades romanas, algo bastante llamativo que nos permite saber que entre los íberos, al menos los que vivían en ciudades, existía una conciencia pública materializada en forma de un mercado.
La estructura de los poblados se adaptaba a las características del terreno y condicionaba el trazado de las calles. La tipología variaba según se tratase de poblados situados en la cima de pequeñas colinas, en laderas o en llanos.
La planta habitual era un muro perimetral con casas adosadas a la muralla y separadas con paredes medianeras, agrupadas en bloques y divididas por el paso de las calles. A partir del siglo IV a.C. se encuentran trazados ortogonales más complejos.
Las casas, construidas directamente sobre la roca, tenían los cimientos y las bases de los muros hechos en piedra. La parte superior de los muros y las paredes se hacían de adobe (una mezcla de arcilla, arena, agua y paja). También se utilizaba tapial (una mezcla de arcilla, arena y piedras), que se encalaban con cal para impermeabilizarlas.
Los íberos trabajaban la tierra. Su actividad agrícola era sobre todo el cultivo extensivo del olivo y la viña; que se cree que fueron introducidos a través de sus contactos con los fenicios. También cultivaban cereales.
Además de la agricultura y la ganadería, la tercera actividad económica más importante era la minería y la metalurgia. Sus tierras eran muy ricas en minerales, entre ellos oro y plata, además de cobre, hierro y plomo.
Uno de los aspectos por los que los íberos son muy conocidos es que tuvieron un sistema de escritura propio bastante desarrollado. Se trataba de un sistema a medio camino entre la escritura alfabética y la silábica (semisilábico).
En la cultura íbera se encuentran rituales similares a los del ciclo de la Tierra Madre; propios de culturas que todavía dependen mucho de las actividades agrícolas, ganadería y pastoreo. Esta divinidad es comparada por el geógrafo e historiador griego Estrabón como un culto a la diosa Diana.
El toro era un animal al que los íberos le rendían mucho culto y que relacionaban con la diosa tierra como con divinidades del cielo. Este animal era tomado como un símbolo muy polivalente; usado para muchos tipos de rituales; además de otros animales sagrados como los linces, buitres y lobos.
En cuanto a los rituales funerarios solían cremar a sus muertos, depositando sus cenizas en urnas que colocaban en una tumba. Los íberos creían en el más allá; a juzgar por lo lujosas que eran las tumbas de los aristócratas y cómo estaban decoradas.
Las esculturas representaban a guerreros, animales fantásticos y sagrados, como la Bicha de Balazote; además de representar a nobles en el lugar en el que fueron enterrados, como lo son la Dama de Elche y la Dama de Baza.
El rito de la cremación de los muertos practicada por los iberos; siempre ha sido un problema a la hora de conocer los caracteres antropológicos de este pueblo mediterráneo de la Antigüedad.
Actualmente se considera el origen ibero como un proceso de cambio cultural debido al propio desarrollo interno del sustrato indígena; sobre el que actúan una serie de influencias procedentes de otros pueblos; que según la zona pueden ser meramente mediterráneas o también centroeuropeas.
https://www.ibers.cat/poblatscast.html
https://historiadeluismi.wordpress.com/1-de-la-prehistoria-a-los-iberos/