Las fuentes escritas, particularmente los poemas homéricos, mencionan a los tracios como una población sedentaria a fines del II milenio a.c. que haría probable su presencia en la Edad del Bronce del III milenio.
La arqueología ha sacado a la luz vestigios en el actual territorio búlgaro de culturas neolíticas y eneolíticas (entre los milenios VII y IV a.c.); con presencia de túmulos, necrópolis (como la de la ciudad de Varna) y poblados, además de cerámica y pequeñas figurillas.
Las excavaciones proclaman la existencia de una arcaica civilización en la Península de los Balcanes entre el V y el IV milenio a.c., que fue destruida por la llegada de tribus nómadas desde el norte y noroeste.
Las interpretaciones lingüísticas de los topónimos, las diferentes excavaciones arqueológicas y ciertos datos antropológicos, indican que los tracios fueron una población indoeuropea del Bronce ; que se conformaron como población principal en el centro y este de los Balcanes.
Según la Ilíada, con el nombre de la tribu, que vivía en la Tracia del Egeo, se denominó a varias tribus con lengua semejante. En el Catálogo de las Naves se menciona, entre los pueblos balcánicos, a ciconios, peonios y tracios.
A partir del II milenio a.C, el nombre tracio se generalizó para designar a la población que habitaba entre los Cárpatos y el Egeo, hasta el Mar Negro. Quizá los tracios vivieran también, inicialmente, en la Hélade y en Asia menor, hasta su final asimilación.
El conjunto mayoritario de las tribus tracias habitó al sur del Danubio en el I milenio a.e.c., mientras que al norte del río se habían asentado los dacios o tracios nórdicos, en donde se acabaría conformando el más grande y destacado de los estados de los tracios, el reino de los Odrisios, que terminó siendo destruido por Filipo II a fines del siglo IV a.c.
En la épica homérica, los tracios vivían al norte de la Hélade micénica, en el Ródope y la Tracia egea. Sus tierras eran, se dice, muy fértiles. Además, criaban caballos y ovejas, producían vino, vivían en poblados fortificados y eran destacados mineros.
La Ilíada manifiesta también que los tracios fueron una población emparentada con los troyanos, de ahí el apoyo tracio a los troyanos.
Entre los siglos X y VI a.c., época precedente a la formación del estado tracio, la cultura tracia se desplegó en los valles fértiles de las regiones centrales de los Balcanes, el sur de Bulgaria.
Esta zona, conocida en el mundo helénico como Hebros, estaba surcada por varios ríos navegables, que fueron las principales vías acuáticas de comunicación entre los griegos y las tribus tracias.
En los valles de estos cursos de agua se establecieron las más relevantes de las poblaciones tracias; algunas posteriormente convertidas en ciudades, como el caso de Kabile, Filipópolis, Masteira, Uskudama y Sevtópolis, entre otras.
Además, florecieron fortalezas, poblados de las poblaciones montañesas, en torno a las cuales se erigieron algunos santuarios rupestres asociados al culto del sol.
La clase gobernante tracia la conformaba la aristocracia tribal, que se agrupaba alrededor de un soberano local. El propio Homero describe las riquezas de esta aristocracia en forma de tierras y ganado, además de reconocer sus privilegios sacerdotales, militares y judiciales.
Buena prueba de la fastuosidad que rodeaba a la aristocracia es la presencia de numerosos hallazgos en los grandes túmulos; así como los monumentos megalíticos, sobre todo dólmenes.
Esta aristocracia poseedora de la tierra tenía derechos sobre la población campesina sometida. Además, se constata la presencia de la esclavitud, muy probablemente ya desde el siglo VII a.c.
Tales esclavos era, fundamentalmente, pastores en las haciendas de los gobernantes y también sirvientes domésticos. Un tema recurrente en las fuentes antiguas es la exportación de esclavos desde Tracia hacia las diferentes polis helénicas entre los siglos V y IV a.c.
En el primer tercio del siglo V a.c. los odrisios unificaron otras tribus tracias y crearon un reino tracio; que desempeñó un significativo rol en las relaciones políticas de los Balcanes; participando, incluso, en la Guerra del Peloponeso del lado ateniense.
Hacia mediado el siglo IV a.c. el estado tracio padeció muchos reveses debido a la acción de los gobernantes macedónicos más renombrados; Filipo II y su hijo Alejandro Magno.
Al final, Tracia quedó incluida en el sistema de estados helenísticos; primero sometida al poder de los estrategos macedónicos y luego plenamente integrada en el reino de los antigónidas.
En estas condiciones de nuclearización los tracios entraron en contacto con la expansiva república romana. finalmente, Tracia pasó a ser una provincia romana.